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diciembre 30, 2012

Inventariando la vida

Se dice que: “Nunca se es tan viejo para vivir menos, ni mucho menos joven para vivir mas”.

Este enunciado expresa: que todo hombre debe reconciliarse consigo mismo para entender las deficiencias y disfunciones anímicas que tantas veces con temor y miedo, llevan a revisar como inventario lo que ha sido y es su vida. Y se cita y se entiende, que aún haya juventud, debe hacerse continuamente una revisión y valoración de los actos que determinen resultados positivos o negativos. Hay que suponer entonces, que existen paralelos que notifican y dan vigencia de la calidad de los sentimientos que exhibe el hombre en su desarrollo de integridad, por aquello que expresa: “Que una cosa, idea o sentimiento, se conoce por su opuesto…” Y lleva por supuesto a exhibirse como modelo conceptual de probidad. Y de igual modo, expresarse con definida aptitud para delinear y encausar la vida con valores humanos y espirituales, forjados en principios sólidos de ética y moralidad.

Se infiere igualmente. Que con el ritmo ascendente de las diferentes etapas de desarrollo en el hombre, principalmente, desde la juventud a la madurez, se determina el decrecimiento de este último –madurez- en una escala del 1 al 10; situándose en el noveno peldaño al adulto maduro; que hace un alto o paréntesis al ímpetu de las pasiones terrenales; que como tal, el hombre pueda elaborar y hacer de si mismo un producto terminado, depurado y de buena calidad con todo aquello que se haya adquirido como patrimonio de experiencias. Todo este resumen o inventario- tendrá que ser refrendado y validado por la conciencia que ha realizado e integrado al Ser los postulados de amor y servicios, con el sello de la Cristiandad Universal y humanidad, instituidos por Cristo-Jesús en su Evangelio Crístico de Amor, Verdad, nueva vida y servicios

Toda una égida marcada por largo recorrido y laberinto -permitido por la edad y el tiempo- que imperiosamente compulsa al hombre a la introspección, para con análisis honestos, pueda suprimir los atávicos y deformados modelos de conductas hedonistas y de egoísmo, los que han marcado con estigmas de dolor al alma. Y siguiendo en ello, recurrir a las oportunidades de La Gracia que otorga el Espíritu –legado divino- transmutar con el fuego sagrado como liberación -alquimia- y disciplinas, los íntimos deseos que con apegos, que por años han aniquilado su tranquilidad; logrando así, transitar el sendero interno que lleva a un final feliz, recolectando los frutos de buenas obras, para ofrendarlos a los Pies de Loto de nuestro amado Padre-Madre-Dios, como tributo de agradecimiento por Su Amor, Compasión y Misericordia a sus hijos.

Por Lesbia Mercedes Gómez