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enero 25, 2013

El Mágico encuentro

Se dice con alegría: que el encuentro con Dios es muy personal, y siendo así el encuentro trasciende lo humano ¡!!Es Divino!!! . Por tanto no basta que tú vayas o El venga a Ti; es desearlo con una actitud positiva, con profundo anhelo del alma. Y para eso deberás deponer el orgullo de sentirte diferente a los demás; perdonar las ofensas del otro, como también perdonarte, sustrayéndote de los complejos de culpas que causan baja estima; es organizar toda tu estructura anímica con la firme y decidida voluntad de transformar apegos que solidarizan con sentimientos y pensamientos negativos, pudiendo engañar con mezquino placer a los sentidos, dándole falsa felicidad. Sin embargo, más allá de éstos, y al descubrir la magnificencia del Amor de Dios, te permite servir, ayudando al peatón espiritual, que camina errante e ignorante de Dios, a que utilice el vehículo del conocimiento, guiado por la fe. el más idóneo conductor que conoce el camino directo a Dios.

Fe, instrumento que puso Dios por amor en el corazón y mente de los hombres, para darle el impulso y sentido a la vida; creyendo por fe que no hay separación de los dos y por tanto, ¡nunca se está sólo! Y que por más obscura que sea la noche, existirá siempre un amanecer claro y brillante de oportunidad para ser feliz. Y es que estando la conciencia oculta en la caverna de las pasiones, con la razón aturdida y oscurecida por nubarrones de odio y sentimientos de maldad, despierta al toque mágico del amor de Dios, y es cuando se produce la luz, pudiendo tener el encuentro al mirar el resplandor del Rostro de Dios. Es aquí la magia del encuentro con Dios, ya no existe cosa en el mundo que te separe del gozo infinito; brotan del corazón los cantos de alabanzas, hay derramamiento del espíritu con bendiciones para darlo al hermano, al amigo, al vecino, en fin es la bienaventuranza que arropa y no se puede contener e invita con prédicas de testimonios, a que todos, sin egoísmos, vivan la gran experiencia de amor que se produce con el encuentro con Dios.

Por Lesbia Gómez Suero