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diciembre 22, 2011

Viviendo la Navidad

Para muchos la navidad es tiempo propicio de alegría, con gozo, bebidas y comidas, y particularmente, para el hombre que se apasiona con sentimientos que ordinariamente se expresan con pseudo alegría. También se adiciona a esto, el encendido de luces en hogares, calles, comercio y otros; conmemorando el auspicioso nacimiento de Jesús; que dio paso e inició un proceso evolutivo en la conciencia individual y colectiva, en una época sumida en opresión e ignorancia, lo que fue motivo para que Jesús expresara: “Yo Soy la luz del Mundo, y quien a mi me sigue no andará en tinieblas…” Ahora bien, más allá del colorido, de festividad o gozo desenfrenado de los sentidos, de las luces, está la verdadera esencia de la navidad; y es la intención de que el hombre despierte el Cristo dormido, dando la impronta de un virtual nacimiento a la conciencia; manteniendo con ello la llama activa del Fuego Sagrado como aliento de vida del Ser, que tiene su morada especial en el corazón. Sin embargo, habiendo transcurrido más de 2,000 años de ese mesiánico nacimiento de Jesús, el hombre permanece en el letargo; envuelto en rudimentarias formas que incuban el egoísmo, la vanidad, la codicia, y el avezado instinto del sentimiento, opuesto a las reglas de amor y de servicios, instituidos por el Maestro Jesús en su académico Evangelio donde se diseña el más expedito sendero de realización humano y espiritual.

Por tanto, este tiempo es propicio para reflexionar y de hacer un inventario. ¿Que hemos hecho de nuestras vidas? ¿Que hemos asumido, concurrido y realizado al conocer a Jesús y sus divinas enseñanzas? ¿A cuántos hemos servido con agrado y sin egoísmo? ¿Hemos aprendido a perdonar la ofensa contraída con otro hermano? ¿Hemos logrado salir de las sombras de la ignorancia, con sus secuelas de dolor y sufrimientos?. Estas son algunas preguntas por citar. Cabe entonces, hacernos otras que sean puntuales a nuestra individualidad y que cada uno conoce, debiendo ser honesto con nosotros mismos, y por tanto, nos ayuden a sofocar la ardentía y fragor de los sentidos, que impulsan a desvirtuar la verdadera y real naturaleza de la navidad; que es transformar con la alegría del conocimiento, la atávica vestimenta del ancestral y primitivo animal. Es elevar al Ser interior a la dimensión del Cristo, que es la verdadera y apoteósica hazaña de Realización. Es coronar con exultante gozo, propio de la “Navidad Cósmica”, la concretización de la elevación de la conciencia planetaria y de la humanidad, llevada a efecto al través del nacimiento de Cristo-Jesús, con la implementación del germen o semilla Crística, y finalmente lograda con su Redentora muerte en cruz.

Es ahora, y visiblemente afectada, la humanidad y el hombre como género, transita el sendero que llevará de nuevo a tener ese encuentro directo con su Yo Supremo –Cristo-. Y para eso, tendrá que haber depurado y drenado de su estructura anímica y humana, los tóxicos pensamientos negativos, aquellos sentimientos calificados con apegos, deseos, ira, vicios alienantes, con alarmante actitud egoísta, centrada fieramente en conquistar con codicia y mala intención, bienes y cosas indebidas, dañinas a su Ser, impidiendo en consecuencia, el disfrute óptimo de las reales y verdaderas navidades “El nacimiento de Jesús como Cristo” en un corazón rebosante de amor y gozo.

Por Lesbia Gómez Suero