Puedes no darte cuenta que la vida te da material en bruto para que lo transformes en lo que tu quieras, entonces te sientes empantanado y terminas ahogado en tus problemas, que pudieron ser sólo retos.
A través de tu esfuerzo y rendición es que la arcilla es moldeada, cobra forma y sentido, es deshecha y vuelta a formar, hasta que sabes que ya no hay más que hacer ella, la obra está terminada, te alejas, y apenas contemplas la obra de Dios a través de tus manos, la vida coloca más arcilla en ellas, pero ahora tiene otra consistencia, y tus manos son cada vez menos tuyas y más las del Alfarero.
Edith Arath Aguiñaga